Las primeras menciones del borsch fueron registradas en territorio ucraniano, asegura el experto que pretende el reconocimiento internacional de la sopa como patrimonio de su país
El borsch, la sopa más popular en Rusia y Ucrania, ha abierto un nuevo frente de batalla entre los dos países tras la iniciativa de un conocido cocinero para incluir el plato en la lista de patrimonio inmaterial de la Unesco como un plato ucraniano.
“Cuando va a un restaurante en el extranjero y mira el menú ve que el borsch es presentado como una sopa rusa. Cuando lo supe entendí que hay que protegerlo, porque no se trata de comida, se trata del código cultural de una nación”, dice Evgueni Klopotenko, experto culinario y autor del proyecto Cult Food.
Klopotenko lamenta que un plato tan antiguo no haya sido considerado oficialmente como ucraniano ni una sola vez. “Las primeras menciones del borsch fueron registradas en el territorio ucraniano. Lo cocina y lo come cada ucraniano”, asegura el experto que busca un reconocimiento internacional de que la sopa es patrimonio ucraniano.
Para ello, el equipo de Klopotenko trabajó intensamente durante un año, en una expedición culinaria por Ucrania a fin de apoyar con pruebas la legitimidad de la reclamación de ese país sobre un plato que también está presente en todas las mesas rusas.
“Fue un proceso complicado, pero lo superamos y logramos que el borsch fuera incluido en la lista nacional de elementos de patrimonio inmaterial cultural de Ucrania”, dice y agrega que se trata solo del primer paso para su futura inscripción como patrimonio inmaterial de la Unesco.
La historia del plato. Las disputas por el borsch, en las que participan también bielorrusos, polacos, moldavos, rumanos y lituanos, se remontan a varios siglos atrás. De acuerdo con Klopotenko la primera mención sobre la preparación fue hecha en 1584 en las memorias de un viajero alemán.
“En el escrito se dice también que ese plato le dio nombre a la localidad de Borschagovka”, afirma el experto ucraniano, quien asegura además que la primera receta data de 1718 y fue registrada en territorio de la actual Ucrania, concretamente en Járkov, que entonces formaba parte del Imperio ruso.
Con él discrepa el miembro de la Asociación de Cocineros de Rusia Anatoli Krukov. En unas declaraciones a Efe el experto ruso recuerda que antaño, cuando realmente se originó el borsch, no existían ni Rusia ni Ucrania, sino el reino eslavo de la Rus de Kiev.
“No tiene sentido hablar de que el plato es de aquí o de allá, somos eslavos, rusos, ucranianos, bielorrusos. Cada uno de los pueblos tiene su borsch con su receta y su forma de presentación”, afirma.
El cocinero ruso asegura que la Unesco nunca accederá a inscribir el plato como ucraniano dando la espalda a su historia, aunque agrega que viendo lo que pasa en el mundo, todo es posible.
En cuanto a las diferencias en la elaboración, aparte de las características de cada lugar, dice que en el resultado final influye todo: el agua, la carne y las verduras, pero -añade- lo que verdaderamente distingue un borsch del otro es “el alma del cocinero”.
Más allá el mundo eslavo. Dada la enorme popularidad de la sopa de remolacha en la URSS, después de su caída, el icónico plato continuó formando parte de la dieta de muchos exsoviéticos.
“Nosotros lo preparamos en casa varias veces al mes. A primera vista parece una receta simple, pero requiere no poco esfuerzo para hacerlo bien”, dice Nariné, una moscovita de origen armenio quien recuerda que para cocinar un borsch hace falta remolacha, carne, repollo, zanahoria, papa, tomate, cebolla, sal, pimienta y unas hojas de laurel, aparte de algunos otros ingredientes que varían de acuerdo con el cocinero.
El último toque a la sopa lo da la smetana -crema agria- porque sin ella un borsch es simplemente inconcebible por estos lares.
Mientras, para expertos culinarios como Alexandr Guenis, el borsch admite muchos otros componentes, como frijoles, calabacín o carne de ganso. “Es una sopa de remolacha mezclada con la fantasía”, escribió el especialista en sus Viajes culinarios, en 2010.
Alimento de zares y cosmonautas. Dicen los historiadores que al principio el borsch era consumido únicamente por los campesinos pero, con el tiempo, su popularidad se fue extendiendo hasta llegar a la corte imperial rusa. Así la famosa sopa se convirtió en el plato preferido de los zares Alejandro II y Catalina II.
Además, fue una de las sopas favoritas del primer hombre en volar al espacio, Yuri Gagarin, cuando se entrenaba en el primer grupo de los futuros cosmonautas. Más tarde, envasado en tubos, se convertiría en uno de los principales platos de los tripulantes rusos de la Estación Espacial Internacional, alimento que los inquilinos de la plataforma orbital consumen con frecuencia hasta hoy día.
Fuente EFE