El maní tiene, todavía para muchos, una falsa identidad. Se dice de él que es un fruto seco, pero lo cierto es que tras este producto se esconde una de las más versátiles y nutritivas legumbres
Es bastante habitual que en cualquier tienda se encuentre el maní compartiendo estantería con los pistachos, las nueces o las almendras. Sin embargo, lejos de lo que muchos todavía creen, no son frutos secos, sino legumbres.
Por su origen, el maní es una legumbre perteneciente a la misma familia del guisante y las lentejas. Sin embargo, las cualidades nutricionales de este alimento, también conocido como cacahuate, cacahué o cacao de tierra en su lugar de origen, Suramérica, hacen que se considere un fruto seco, de acuerdo con una publicación de www.bonviveur.es.
Por su composición, el maní es muy similar a la mayoría de frutos secos, lo que puede causar confusión entre los alérgicos a estos productos. Sin embargo, al ser un fruto de vaina, tiene una consideración aparte del resto de frutos secos de cáscara como las nueces, las avellanas o las almendras.
Según la Organización Mundial de la Salud, el maní se incluye entre los alimentos considerados «recomendables para una dieta saludable»; mejoran la salud cardiovascular, contribuyen en la lucha contra el cáncer, minimizan el riesgo de sufrir alzheimer y numerosas enfermedades inflamatorias, entre otras cualidades.
Entre las propiedades más destacadas de esta legumbre se encuentra su gran aporte de proteínas vegetales, potasio, magnesio, fósforo, vitaminas del grupo B, vitamina E y ácido fólico, lo que contribuye a controlar la tensión y a reforzar nuestro sistema inmunitario.
Sin embargo, debemos saber que el maní es extra denso en calorías, por lo que su consumo debe ser moderado. Según los expertos, un consumo excesivo puede causar en algunas personas ciertos problemas hepáticos, trastornos digestivos, aumento del colesterol, entre otros.