El roscón de Reyes marca la tradición de la mesa del 6 de enero en muchos lugares del mundo, pero su origen no tiene nada que ver con la cristiandad
Miel, higos y dátiles aderezaban la masa del pan con el que los paganos celebraban el fin del invierno. En el siglo II a.C los romanos organizaban las fiestas Saturnales para darle la bienvenida a una época de luz. Un siglo después, comenzaron a esconder un haba en la masa y el que la encontrara sería rey por un día y tendría la suerte de una buena cosecha.
La tradición duró hasta que el cristianismo asumió el poder, con lo que las Saturnales fueron desapareciendo y con ellas el roscón con haba. Sin embargo, hizo su reaparición con Felipe V en España, pero ya había cambiado.
No solamente cambiaron el higo y los dátiles por frutas confitadas, sino que además de haba, tomaron la tradición de esconder una moneda de oro, que luego pasó a ser una figurita de cerámica o plástico resistente al calor.
El roscón de Reyes es un dulce y es un juego desde entonces, y debe ser por eso que ha mantenido su popularidad. Para el comensal que encontraba la moneda o el muñequito se le auguraba mucha suerte; al que encontraba el haba, todo lo contrario, y además la responsabilidad de comprar el pan el año siguiente. Su carácter celebratorio de la llegada de los Reyes Magos se adicionó con el tiempo, pues la fecha en la que se sirve sigue siendo la que la Iglesia le atribuye a la visita que ellos le hicieron al Niño Jesús.
La masa del roscón de Reyes necesita un largo tiempo para levar. Entre sus ingredientes, además de la harina, huevos y levadura, están la ralladura de naranja y el agua de azahar, lo que lo hace muy aromático y agradable. También algunas recetas incluyen un licor.
Suele comerse sin acompañamientos, pero en los últimos años se ha puesto de moda rebanarlo por el medio y rellenarlo de crema batida o crema de chocolate.