Cada vez más utilizadas en la cocina, las hay dulces, saladas, amargas, astringentes, ácidas, con notas a frutos secos, picantes y neutras
Hace mucho son tendencia. Aportan belleza y sabor en los platos en los que se les utiliza, cada vez más integran la lista de compras de restaurantes y pastelerías, y despiertan atención e interés entre los comensales. Sin embargo, muchos desconocen cuáles son las apropiadas para utilizar en la cocina y cómo deben hacerlo.
No es fácil. Hay que utilizar el sentido común, Sólo deben elegirse aquellas de las que se tiene certeza no solo desde el punto de vista botánico, sino del modo de cultivo. Todas las flores aportan texturas, aromas y sabores, pero algunas pueden ser tóxicas y hasta mortales. Por eso, lo ideal, si no se tiene conocimiento suficiente, es adquirir las que se ofrecen en mercados y tiendas especializadas
Los interesados en cultivarlas para su uso en cocina deben hacerlo dirigidos por expertos, sin dejar de tener en cuenta que se debe conocer no solo la especie sino también el origen y procedencia de cada flor. ¿Por qué? Porque las utilizadas en floristería, a diferencia de las comestibles -por ejemplo- se cultivan para decoración y en su proceso exigen el uso de productos tóxicos.
Cada flor, un sabor. Todas las flores saben diferentes. Las hay dulces, saladas, amargas, astringentes, ácidas, con notas a frutos secos, picantes y neutras. Es la razón por la que se han convertido en grandes aliadas de la gastronomía moderna y en ingredientes ideales para innovar en emplatados clásicos que se desee reinventar.
Las de sabores potentes, como las flores de ajo, cebolla o cilantro, no son buenas para pastelería ni coctelería; las cítricas se lucen y realzan los platos del mar y las preparaciones neutras; y las ácidas enfatizan el sabor de la comida. Hay especies comodín, como el pensamiento, cuyo sabor neutro permite emplearlos en cualquier preparación.
Fuente: revistalimentaria.es