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El vino en lata llegó para quedarse

En Estados Unidos las ventas han aumentado 68% en el último año, tendencia que se repite en Latinoamérica y en ambas regiones interesa a un público para el cual el consumo tradicional y sus rituales no es relevante

El vino en lata gana terreno. De acuerdo con datos de Nielsen Holdings PLC -empresa estadounidense de información, datos y medición- de los que hace eco la revista digital Vinetur, la venta de vino en latas pasó de 2 millones de dólares en 2012 a 183,6 millones en 2020. Y es que desde que llegó al mercado no hay quien no destaque sus ventajas.

¿Ejemplos? Puede ir a estadios deportivos, salas de conciertos y a todos aquellos lugares en los que no se permite el ingreso de frascos de vidrio; puede elegirse entre varios tamaños y cada quien compra la lata que más le atraiga –ya no hay que decidir cuál botella se descorcha primero-, por un monto significativamente menor. La presentación, además, es ideal para quienes disfrutan solos junto a una copa de vino sin tener que preocuparse por cómo conservar adecuadamente el restante.

La tendencia es más americana. De acuerdo con la revista Wine Spectator en Europa el canned wine aún no llama la atención como lo hace en el Nuevo Continente, donde se ha puesto de moda en restaurantes y bares que valoran el enlatado en diferentes tamaños. Y para quienes piensan que debe tener sabor metálico vale aclarar que los fabricantes utilizan un nuevo revestimiento cerámico libre de bisfenol para el interior de la lata que evita el sabor a metal. 

Chile primero. En Latinoamérica el primer vino en lata que se lanzó al mercado fue Santa Rita Rosé, rosado fresco y dulce, con aromas frutales a fresas y frambuesas, y notas cítricas que le aportan frescor, explica el enólogo César Catalán, quien destaca su buena armonía con aperitivos, ensaladas, pescados y mariscos. Con este rosé la bodega pretende posicionarse como líder del segmento y, de acuerdo con Jaime de la Barra, gerente de Marketing Corporativo de la viña, lo hará no solo por la aceptación que ha tenido el vino, sino por la valoración de la lata de aluminio entre los interesados en preservar el medio ambiente. 

“La lata ofrece ventajas para quienes se acercan al vino desde una manera distinta al consumo tradicional y sus rituales, que para ellos no son relevantes a la hora de elegir una etiqueta”, asegura Irene Billordo, directora de la agencia Adyacencias de ZX en Cervecería y Maltería Quilmes, en Argentina. Quien compra estos vinos –agrega- es un consumidor seguro de sí mismo, que sabe lo que quiere. 

Esta compañía lanzó el pasado diciembre Blasfemia, vino en lata que en una primera etapa se comercializó a través de unos 600 puntos de venta en supermercados y autoservicios, y que también tiene presencia en bares y restaurantes. Otras bodegas argentinas que le siguieron los pasos fueron Bianchi, con un blanco joven llamado New Age; Finca Las Moras, creadora de Dadá Sweet y Sweet Pink; Bodega Estancia Mendoza, con Dilema Sparkly blanco y Dilema Sparkly rosado; y Familia Zuccardi, que comercializa en Estados Unidos dos Malbec -Bonarda y Rosé- y una Chardonnay.

Todos son vinos enfocados en un público joven, que los toma como bebida refrescante, de after hour o de noche, y no como un producto alimenticio. Quizás ahí esté la clave del futuro para el vino: entender que esta bebida tiene distintos escenarios y que el formato de consumo es parte de esos escenarios. Por lo que se ve, la lata llegó para quedarse.

Fuentes: 20minutos/vinómanos/elclarín

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