El local tiene aforo para unas 24 personas. Está en Cambridge, Massachusetts, y lo regentan un peruano y una guatemalteca. Se llama Celeste, sirve cocina criolla peruana y se ha convertido en el refugio gastronómico de Louise Glück, ganadora del Nobel de Literatura 2020.
Mucho antes de ganar el Pulitzer con su poemario El Iris Salvaje, en 1993, y el Premio Nobel de Literatura recibido hace tan solo unas semanas –lo que la convirtió en la decimosexta mujer en lograrlo en la historia del galardón- Glück había conocido de primera mano el mundo gastronómico, gracias al trabajo de su esposo, fundador del Instituto culinario de Nueva Inglaterra, en 1980, cuando nadie en Boston ni sus alrededores -digámoslo claro: nadie en el mundo- conocía de comida peruana. Al menos no en la alta cocina.
No se lo han preguntado pero los dueños del local están convencidos de que la escritora no había probado comida peruana hasta que llegó a Celeste, local del que se enteró a través de una reseña publicada en una revista local.
Celeste abrió sus puertas en 2018, en el Union Square de Somerville. Detrás del concepto están Rondeau y el cineasta y chef peruano Juanma Calderón, quienes habían entrado al rubro gastronómico casi como jugando, pero seguros de tener una idea ganadora: ofrecer cenas peruanas hasta para 20 personas en su propia casa. Llamaron a la experiencia Kriollo Real y la anunciaban por Facebook. Apenas se les presentó la oportunidad decidieron abrir su local.
“Nos dimos cuenta de quién era ella porque un día olvidó un sobre”, recuerda Rondeau. “Era de Yale y tenía su nombre escrito, nos dio curiosidad y la buscamos en Google. Nuestra sorpresa fue enorme: vimos que había ganado el Pulitzer y sus fotos con el presidente Obama. Increíble”.
Rondeau le escribió y se ofreció el sobre a su casa. Para aquel momento Louise ya era una cliente regular – “viene dos o tres veces por semana”, dice Juanma Calderón- y con ese gesto sellaron una suerte de alianza. Ahora, cada vez que quiere ir, la poeta le manda un mensaje de texto a María.
“Tiene algunas peculiaridades, como cualquier cliente especial”, dice Calderón. “Solo toma una clase de cerveza IPA y casi nunca cambia su menú: ceviche, algunas veces sudado y ensalada de rúgula con limón y parmesano”, cuenta el cineasta convertido en chef. “Solo una vez probó el lomo saltado y le pareció muy dulce”.
La pareja piensa que en Celeste ella puede estar tranquila, pasar desapercibida -aunque su rostro nunca fue muy mediático antes del Nobel- y tener reuniones de trabajo y entrevistas con alumnos. Allí se siente a gusto. Tanto, que la misma semana que ganó el Nobel Louise hizo una reserva. Celebró con un peruanísimo ceviche.
Fuente: El Comercio de Perú