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En El Farolito de los uruguayos alimentan hasta el alma de los comensales

Ana María Matute @anammatute

El que va al local de Colinas de Bello Monte busca no solo el asado típico del país suramericano, sino una experiencia completa. Se trata de un concepto gastronómico sociocultural. Para el Día de los Enamorados preparan sorpresas

La historia del restaurante El Farolito de Bello Monte se escribe con constancia y una cocina honesta ligada a las tradiciones de Fabián Mundell y Ariel Reyes, los uruguayos, y Claudio Ortiz, el único argentino.

¿Por qué constancia? Porque incluso el local que está ubicado en una esquina de la avenida Caurimare de la urbanización se consiguió de tanto  insistir con el dueño para que se los alquilara, y de eso ya hace ocho años.

Pero el negocio no siempre fue uno de los más famosos en cuanto a asado (parrilla) se refiere. “Comenzamos haciendo empanadas criollas, llegamos a tener muchos tipos de relleno y hacíamos 20 kilos de harina diarios. Entonces nos convertimos en un lugar para desayunar y almorzar”, cuenta Reyes.

Mendell llegó al país en 2010 y Reyes ya tiene más de 20 años aquí. “Me hice venezolano por elección”, cuenta. Confiesa que cuando comenzaron a bajar las ventas no se le ocurrió recurrir a la cocina de Uruguay para destacarse en el negocio de la restauración, pero hizo caso a la sugerencia de un amigo.

Los primeros farolitos. El local no tenía nombre, sino el que registraron legalmente. Sin embargo, el amor por las antigüedades hizo que comenzaran a reunir cosas de aquí y de allá, entre los que se colaron tres faroles que compraron por Internet.

Decidieron instalarlos juntos y fue cuando se dieron cuenta de que uno era amarillo, otro azul y otro rojo, los colores de la bandera de Venezuela. Entonces decidieron llamar al lugar El Farolito, que tiene un apellido “de los uruguayos” porque así los llama la gente.

Con el cambio de menú, para ofrecer asado y otros platos de la cocina uruguaya, también vino el de horario para que los comensales disfrutaran de las horas nocturnas a la luz de los faroles.

“Nosotros queremos que la gente no solo venga a comer, sino que viva una experiencia completa. Claro que ofrecemos platos de calidad, pero reunimos muchas más cosas, como las bandas en vivo, las tertulias, un ambiente seguro y agradable para compartir”, explica Mundell.

El menú. El Farolito es una especie de terraza que se ha ido extendiendo hasta la calle con ventanas abiertas por las que circula la agradable brisa de Colinas de Bello Monte. Esta característica permite que la gente se sienta transportada a la parte trasera de una casa familiar en la que se hace la parrilla, o como la llaman los uruguayos, el asado.

Allí mismo está el fuego, como el hogar, que solo se trabaja con leña. Sin embargo, no se siente el calor de las brasas, que son dirigidas por una persona encargada de las carnes. Las mesas son amplias y a veces se comparten, como si fueran las de la casa. “Si hay puestos vacíos y llegan clientes, pedimos permiso para que ellos los ocupen. Todo es sencillo e informal, en confianza”, explican.

Tienen los cortes tradicionales uruguayos pero no les importa “traducirlos” a los que se usan en el país. “Hay gente que nos pide una parrilla mixta y le decimos que no hacemos eso. Aquí la gente puede pedir el corte que quiera, solomo, punta. Tenemos el chorizo tipo uruguayo que nos lo preparan especialmente para nosotros en un frigorífico. Pero nos llena de orgullo decir que tenemos una fusión de platos, porque servimos yuca hervida, que es de aquí, y otros acompañantes que son de allá”, cuenta Reyes.

No pueden faltar sándwiches tradicionales como el de miga y el chivito canadiense. El de miga lleva ese nombre  porque así identifican al pan cuadrado y suele comerse frío de nevera. Y el de chivito no es de chivo sino de lomito a la plancha que se corta muy finamente, lleva huevo,  hervido y frito, y se acompaña con 600 gramos de papas fritas.

También ofrecen la pamplona, enrrollado de pollo relleno con queso y verduras; las milanesas de res o de pollo, el pan con chorizo, la piña con canela a la brasa y el infaltable chimichurri.

Para quienes queden con espacio para el postre ofrecen unos deliciosos alfajores y un plato especial que se llama “No te va a gustar”, construido a partir de tres emprendimientos. El comensal puede escoger entre varios tipos de alfajor, varios tipos de helado y varios tipos de miel saborizada que se las provee Amor Miel. Es tan personal como el gusto del que lo pida y por eso no gusta, sino que fascina.

Para el Día de los Enamorados tienen preparados sorpresas y premios. Llenarán el local de globos y repartirán alfajores y miel en el día más dulce del año.

La pandemia creativa. Lo que desarrollan Mundell, Ortiz y Reyes es un concepto “gastronómico sociocultural”. Y lo que han construido en estos ocho años es una relación con sus comensales que va más allá de sentarse a la mesa y ordenar una parrilla.

Han sido pilar para el afianzamiento de bandas de música e incluso durante la pandemia crearon una radio a través de Internet. La Farolito Radio cuenta con una serie de programas dedicados a la música actual y contemporánea, pero también para buenas conversaciones sobre temas diversos.

“Nuestra idea con la radio fue no dejar desvanecer el nombre del restaurante durante la pandemia. Estuvimos cinco meses cerrados y por eso quisimos que, aunque fuera por el boca boca, la gente siguiera hablando de El Farolito”, explica Mundell.

Hace ocho meses sacaron su propia cerveza artesanal que, dicen con orgullo, se elabora con agua del pozo San Felipe, y en colaboración con Yaracuy Artesanal. “La Birra” se vende en el local y ha tenido excelente aceptación.

Muchos son los proyectos de estos uruguayos, pero con una constante: trabajar por el país que los adoptó con amor y que los ha visto crecer. 

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